Aunque la sequía viene causando estragos en Bolivia desde hace meses, fue apenas este lunes (21.11.2016) cuando su presidente, Evo Morales, decretó la emergencia nacional para facilitar la movilización de recursos económicos y contribuir a que la población vuelva a tener acceso al agua potable. Atribuida al calentamiento global, se le ha descrito como la sequía más inclemente del último cuarto de siglo. Sin embargo, en años recientes, el clima le ha jugado más de una trastada a los bolivianos. En 2014 fueron inundaciones inesperadas.
¿Por qué estuvieron tan mal preparados para la falta de lluvias y cómo debe responder el Estado a esta calamidad o las venideras? ¿Hasta qué punto se pueden minimizar los daños y perjuicios causados por fenómenos climáticos inusuales? Uno de los factores claves es la adaptación, sostiene Pedro Morazán, experto en problemas de desarrollo y pobreza del Instituto Südwind, un think tank con sede en Bonn que promueve la justicia social y ecológica desde una perspectiva económica.
"Al problema coyuntural de Bolivia, que es el desabastecimiento de agua en la región andina, debido a la acentuación del fenómeno de El Niño, se sumó un problema estructural, que es la debilidad de sus instituciones estatales: a Morales se le acusa de haber puesto la dirección de la Empresa Pública Social de Agua y Saneamiento (EPSAS) en manos de partidarios suyos que no estaban capacitados para manejar la crisis de la sequía. De ahí que la actual situación demande respuestas de distinta índole y urgencia”, comenta Morazán.
Tareas urgentes
"Morales ya destituyó a los antiguos directores de la EPSAS. Ahora su prioridad es hallar la manera de llevarle agua corriente a todos los bolivianos. Los últimos reportes hablan de unas 125.000 familias sin servicio de agua potable y más de 65.000 hectáreas de cultivos sin riego en 61 municipios. Esa es una verdadera catástrofe nacional; casi regional. No obstante, más adelante, Morales o su sucesor tendrán que sopesar cambios de hondo calado con miras a preparar al país para desastres naturales inevitables”, agrega el investigador de Südwind.
A juicio de Morazán, es necesario hallar nuevas formas de producción agroindustrial y de riego, deshacer las desviaciones artificiales de los cauces de los ríos, ampliar las superficies de los bosques para evitar la erosión de los suelos y la propagación de incendios durante las sequías, apostar a las fuentes de energías renovables para el abastecimiento eléctrico y tomar conciencia de la importancia de que los sectores menos favorecidos de la sociedad tengan acceso a las energías limpias; "que sepan cómo funcionan y puedan pagar por ellas”, dice.
"Hay tareas de largo aliento compartidas por las naciones del mundo, como la implementación de las estrategias aprobadas en la XXII Conferencia Internacional sobre Cambio Climático para reducir la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera. Pero el Estado boliviano también debe asumir responsabilidades a mediano y corto plazo; debe tomar medidas para que el país se adapte a inundaciones repentinas, procesos de desertificación y otros cambios climáticos que amenazan con ser duraderos”, apunta Medidas de adaptación
"Y como Bolivia y los otros países pobres del planeta necesitan recursos económicos, transferencia tecnológica, asesoría y capacitación técnica para adaptarse a un medio ambiente cambiante, sus Gobiernos deben buscar el respaldo de organismos internacionales y Estados más fuertes económicamente. Ese es el sentido de los llamados ‘fondos verdes' que Bolivia ya ha solicitado. Lamentablemente, esos fondos climáticos se substraen de los recursos originalmente destinados a combatir la pobreza”, lamenta el especialista de Südwind.
A sus ojos, lo ideal es invertir el 0,7 por ciento del Producto Interno Bruto de los países ricos en la asistencia al desarrollo, en programas sociales y en proyectos para reducir la pobreza, pero garantizando que los fondos ya comprometidos –"más de 120.000 millones de dólares anuales”– para promover medidas de adaptación climática y medioambiental sean adicionales en lugar de ser extraídos de los presupuestos previamente mencionados. "Ese fue el planteamiento que defendió Südwind en la conferencia de Marruecos”, cuenta Morazán.
Pascal Girot, quien participó en misiones post-desastre en Bolivia, viene advirtiendo desde hace años que los glaciares se derretirán por completo en la próxima década. "Y una vez que los glaciares hayan desaparecido, habrá serios problemas”, dijo tiempo atrás a DW el excoordinador regional para América Latina y el Caribe de la organización no gubernamental CARE, dedicada a calcular los riesgos ambientales que suponen los cambios climáticos. Está por verse cómo responde el Estado boliviano al desafío presente y a los que vienen..
Fuente DW
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