Los “biocombustibles” de primera generación, una “solución” que contamina más que la gasolina y el gasoil.
Los biocombustibles de primera generación, se están revelando como una fuente de energía más contaminante que los combustibles fósiles a los que quieren sustituir, lo que genera un verdadero problema para las políticas europeas de reducción de emisiones.
El año pasado, la Unión Europea aprobó limitar el uso de estos biocombustibles –bioetanol, biodiesel y biogás obtenidos a partir de cultivos alimentarios como aceite de palma, caña de azúcar, colza o soja– debido al importante impacto que están teniendo sobre el precio de los alimentos. Pero, además de agravar el hambre en el mundo, estos agrocombustibles tampoco están aportando soluciones al problema del cambio climático.
Una investigación reciente encargada por la Comisión Europea y publicada el pasado mes de abril como parte del informe “Globiom” (encargado de registrar las políticas europeas sobre biocombustibles) reveló que, al contrario de lo que se venía considerando, el uso de algunas de estas materias primas para producir combustible está resultando altamente contaminante.
En principio, los biocombustibles de primera generación –también conocidos como agrocombustibles– emiten mucho menos C02 de forma directa a la atmósfera que los combustibles tradicionales, pero los cambios en el uso del suelo que provocan estos cultivos, con enormes deforestaciones tropicales y el drenaje de turberas asociado, hace que, de forma indirecta, las emisiones de gases de efecto invernadero se disparen.
El caso es especialmente preocupante para los combustibles fabricados a base de palma y soja, dos de los cultivos más utilizados en la producción de biocombustibles. El informe de la UE revela que, sólo teniendo en cuenta los cambios derivados del uso de suelo, el primero emite 231 gramos de CO2/MJ y el segundo 150. Para hacerse una idea, la legislación de la Unión Europea calcula que las emisiones generadas por los combustibles fósiles como la gasolina son de 94 gramos de CO2/MJ. Es decir, que los efectos para el clima terminan siendo mucho peores si se utiliza palma en lugar de petróleo.
No todos los agrocombustibles contaminan igual. El maíz, la remolacha o el azúcar de caña (utilizados para producir bioetanol) no emiten tantos gases de efecto invernadero y los hay, incluso, que ayudan a mitigar el cambio climático, como los cultivos no alimentarios a base de plantaciones forestales, pero son más caros y su cuota de mercado es apenas significativa. En contraste, el biodiésel obtenido con colza, palma, soja y girasol (los más contaminantes) representan casi el 70% del mercado de biocarburantes de la UE.
“Los agrocombustibles se presentan como la solución a los combustibles fósiles cuando en realidad, y salvo contadas excepciones, están agravando los impactos negativos económicos, sociales y ambientales del sistema de transporte europeo y español”, dice Abel Esteban, coordinador de la campaña de bioenergía de Ecologistas en Acción.
A raíz de esta situación, la ONG Transport and Environment, de la que forma parte Ecologistas en Acción (una de las ONGs que más ha denunciado este problema), utilizó las conclusiones del informe europeo –que sólo calcula las emisiones indirectas– y le sumó las emisiones directas para hacer una comparación con los datos correspondientes a los combustibles fósiles tradicionales. El resultado fue que el biodiésel genera emisiones alrededor de un 80% más altas que el gasóleo fósil al que sustituye y el bioetanol es aproximadamente un 30% menos perjudicial, con excepciones como el trigo o la cebada.
“El 76% de los biocombustibles que se prevé que se utilizarán en Europa en 2020 arrojan unas emisiones de GEI similares o peores que las de los combustibles fósiles a los que sustituyen”, sentenciaron desde Transport and Environment.
La Unión Europea y su estrecha relación con los biocombustibles
Uno de los grandes problemas ante este contexto es la política de apoyo a este tipo de combustibles que se adoptó en la Unión Europea a partir de 2009, con la idea de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en el sector del transporte.
De acuerdo a las organizaciones ambientalistas, en el informe “Globiom” la gestión europea no contabiliza las emisiones indirectas derivadas de los cambios en el uso del suelo, sino sólo las emisiones directas. Una decisión que llevó a que, a pesar de que en la práctica son más contaminantes, en teoría los agrocombustibles se presenten como beneficiosos para combatir el cambio climático.
Es por esto que la Directiva de Energías Renovables obligó a los Estados miembros a que para el año 2020 utilizaran al menos un 10% de energía renovable en el transporte, la mayor parte biocombustibles, además de otros.
Sin embargo, producto de las denuncias de ONGs y un posterior debate surgido en el seno de la UE por estos cultivos, se terminó por modificar la directiva inicial y limitar el uso de biocombustibles al 7%, así como también se determinó que dejarán de ser subvencionados a partir de 2020.
De todos modos, los activistas aseguran que las medidas son insuficientes y que la producción y el consumo de los biocombustibles de primera generación seguirán creciendo a gran escala.
Fuente: Público
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