Los folletines de Rocambole, del autor Pierre-Alexis Ponson du Terrail, comienzan a aparecer en diarios parisinos a partir de 1857 y culminan en 1871 con la muerte de su creador. Hubo intentos de continuidad por parte de otros autores, pero los de Ponson du Terrail son considerados los originales.
Entre 1857 y 1858 en el periódico La Patrie aparecen las aventuras que luego se conocerán como Los dramas de París. En ese mismo diario le sigue la saga correspondiente a Las aventuras de Rocambole, y, de 1860 a 1862, la que se conoce como El manuscrito del Dominó.
Luego, tras la publicación de Daniela, el último título de esa serie, Rocambole desaparece. La presión popular hizo que en 1865, en Le Petit Journal, se presentarán las narraciones que formarán La resurrección de Rocambole.
A partir de allí, aparecen en La Petite Presse, todas las historias correspondientes a La última palabra de Rocambole, Las miserias de Londres, Las demoliciones de París y La cuerda del ahorcado, que trae los dos episodios escritos por el autor, El loco de Bedian y El hombre gris, antes de su muerte.
La cosa es que ardía Troya, y en la confusión coronada por el espléndido si bemol de tía Ruth y la carrera de mamá en busca del bastón de los castigos, Holanda y yo nos perdíamos en la galería cubierta, hacia las piezas vacías del fondo donde Leticia nos esperaba leyendo a Ponson du Terrail, lectura inexplicable.
Julio Cortázar, Final del juego.
Pierre Alexis, vizconde de Ponson du Terrail, nació en 1829 en una zona cercana a Grenoble, Francia. Por mandato familiar se dedicó a la carrera militar, hasta que lo hizo cambiar de parecer la literatura. Comenzó a publicar textos en diferentes periódicos, y se convirtió en uno de los autores preferidos de las clases populares por la saga de Rocambole.
En 1870, cuando Napoleón III se rinde ante Alemania al fin de la guerra franco-prusiana, junto a un grupo de amigos se mudaron a Orleans y comenzaron a llevar una guerra de guerrillas contra el invasor. Al cabo de un tiempo, la presión alemana hizo que huyera a Burdeos, donde murió en 1871.
Los analistas literarios afirman que escribió más de 200.000 páginas, una cifra impresionante teniendo en cuenta que sólo vivió 41 años. También lo ven como el punto de tránsito entre la literatura gótica y la novela de aventuras.
-¡Amigo mío, la política actual es tan apacible que no sucede nada digno de interés! Los tribunales también están de vacaciones. Ni siquiera tenemos una pequeña guerra, o un crimen apasionante que llevar a las páginas de nuestro periódico para llamar la atención de los lectores de “La Patria”.
Permanecía en pie, guardando silencio, y esperé a que continuara. Añadió tras tomar aliento:
-Empezamos el mes de octubre. ¿Comprende lo que digo, amigo mío? Hay que hacer que se renueven las suscripciones. Necesito que me haga, sin pérdida de tiempo, cualquiera de esas cosas interesantes que duran dos trimestres y retienen a los suscriptores inconstantes gracias a la curiosidad de su mujer y sus hijas.
Este monólogo del director del periódico La Patria nos muestra la época de ese II Imperio y cómo la falta de “grandes novedades”, “novedades” que en pocos años vendrían en forma de derrota y ocupación extranjera por la ambición de Napoleón III, todavía eran parte de las brumas del futuro.
Porque fue durante este II Imperio que París comenzó a ser la del presente, una París en la que las plazas, los parques y las avenidas amplias reemplazaron a las calles angostas y oscuras, en que en todo Francia se mejoró la red ferroviaria, así como se apoyó la expansión industrial, el comercio exterior y se patrocinó la apertura de enclaves coloniales.
La sociedad francesa vivió una época de crecimiento, y el negocio del entretenimiento, entre ellos los periódicos con sus folletines, aprovecharon el momento.
Pero las guerras de Napoleón III, primero contra Rusia y luego con la poderosa Prusia (guerra esta que nadie ha descripto, así como sus consecuencias, mejor que Guy de Maupassant en sus cuentos), acabarían con su gobierno y, claro, con Poison du Terrail en su guerrilla de Orleans.
Rocambole: En la estampa que lo presentan los grabados de madera de las primeras ediciones Maucci que aparecieron en Barcelona. Tubo gris, jaquet negro, pantalón a cuadros endrinos y blancos,prendido sobre el empeine del pie con trabillas que cruzan sobre la cuerda del calzado. Látigo de cochero de punto bajo el sobaco. Esta arbitrariedad explica la imaginación del ilustrador de cromos populares en Barcelona. El pícaro puede ser confundido con un empleado de seguros, de pompas fúnebres o de asuntos judiciales. Representa cuarenta años.
Trescientos millones, Roberto Arlt.
¿De qué hablamos cuando hablamos de Rocambole? ¿Hablamos de un héroe o de un delincuente? ¿Hablamos de un hombre íntegro que usa sus habilidades para la mimetización, el convencimiento y el engaño para ayudar a los necesitados o, simplemente, de un estafador, de un tramposo con talento? O, quizás, hablamos de un hombre arrepentido que trata de aliviar sus culpas.
Las claves para responder estos interrogantes están en la lectura de los folletines o en un texto que, a veces, aparece en algunas ediciones a modo de introducción y que se titula La verdad sobre Rocambole. Allí, el autor, en clave de ficción, cuenta como Timoleón, el delincuente devenido en policía, le vende al propio Poison du Terrail sus notas sobre la detención de Rocambole, y luego, el mismísimo Rocambole, para contrarrestar esas notas arbitrarias de Timoleón, no sólo le ofrece su confianza y su amistad, sino las memorias en las que se basan sus hazañas.
El resto de cosas que se necesitan para resolver este misterio es paciencia para buscar en las librerías de viejos los folletines de “TOR” o “La novela ilustrada” y las recopilaciones de “Bruguera”, “Porrua” o “Sopena”, y, por supuesto, su correspondiente lectura.
Conclusión:
rocambolesco, ca.
1. adj. Dicho de una circunstancia o de un hecho, generalmente en serie con otros: Extraordinario, exagerado o inverosímil.
Diccionario de la Real Academia Española
Fuente: Telám.com
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