martes, 27 de octubre de 2015

QUIEN SE HACE CARGO : La batalla que la carne vacuna perdió sin pelear.


Esta edición de Anuga, la feria mundial de la alimentación que acaba de finalizar en Colonia, Alemania, fue un gran y doloroso traspié para la carne vacuna. El ejercito derrotado compuesto por 26 empresas frigoríficas exportadores y alrededor de 150 directores y ejecutivos de la industria, que está volviendo al país por estos días, no […]
Esta edición de Anuga, la feria mundial de la alimentación que acaba de finalizar en Colonia, Alemania, fue un gran y doloroso traspié para la carne vacuna. El ejercito derrotado compuesto por 26 empresas frigoríficas exportadores y alrededor de 150 directores y ejecutivos de la industria, que está volviendo al país por estos días, no pudo ni siquiera presentar batalla.
Según los cortes, las abismales diferencias de 1500 a 1800 dólares la tonelada de carne frente a lo que cotizaban los frigoríficos brasileños, uruguayos o paraguayos los dejó fuera del combate. Con la inflación de más de dos dígitos y un ritmo de devaluación del 1% mensual, los costos de los frigoríficos exportadores superan en más del 70% a Brasil.
Después de las cuatro jornadas de Anuga, los frigoríficos no pudieron cerrar ni un solo negocio. “Mejor vamos a ver a los Pumas”, era el consuelo que encontraban los empresarios ante la absoluta inactividad comercial. Esto se reflejó en los boxes que tenían los frigoríficos para cerrar contratos con los clientes que permanecieron prácticamente vacíos. Una soledad equivalente a la que se vivió en aquella Anuga de 2001 cuando la fiebre aftosa sacó a la carne argentina del mercado internacional.

Lo cierto es que aunque los exportadores ya sabían de antemano que tenían la cancha inclinada para cerrar negocios, en Anuga la falta de competitividad de la cadena de la carne vacuna y de la economía argentina le estalló en la cara. Es más que probable que hayan tenido la peor performance comercial entre los casi 7000 empresas que expusieron sus productos en esta feria mundial de la alimentación.
Pero si volver al país con las manos vacías fue frustrante, haber sido testigos del éxito de los competidores en aprovechar la demanda internacional de carne vacuna pasó a ser una experiencia dolorosa. “Los compradores se amontonaban en los stands de Brasil, Uruguay y Paraguay y pasaban de largo en el de Argentina, excepto para comer los bifes del restaurante”, observó Germán Manzano, integrante de la Unión de Industrias Cárnicas Argentina (Unica). En efecto, lo único que parece haber funcionado en el pabellón del Instituto de Promoción de la Carne Vacuna (Ipcva) de 750 metros cuadrados que demandó una inversión de 480.000 euros fue el restaurante donde a pleno se degustaron los bifes argentinos.

Para los optimistas esto significa una señal positiva que confirma que la calidad de nuestras carnes se sigue valorando. A otros el hecho de contar con el Messi de los alimentos y con una marca prestigiosa como Argentine Beef y no poder despertar el más mínimo interés comercial, les genera una frustración aún mayor.

La única expectativa que trae el ejército derrotado de Anuga es que se producirán cambios en la economía en el corto plazo, cualquiera que sea el resultado de las elecciones de mañana. Argumentan que la situación de quebranto es terminal y no da para seguir tirando más de la soga.

Sin embargo, cuando se habla de ganar competitividad en el largo plazo hay un fuerte consenso empresario de que se necesitará una tarea más amplia que ajustar el tipo de cambio. Aunque en la actualidad se encuentre aún más retrasado que el dólar de la convertibilidad. Según un estudio para la cadena citrícola del departamento de Economías Regionales de CAME, ya a fines del año pasado el dólar oficial se encontraba un 25% por debajo del vigente durante el último año de la convertibilidad.

La tarea de ganar competitividad no será fácil. Porque no es sólo construir un nuevo sistema sino que requiere demoler previamente el actual modelo generador permanente de distorsiones, inequidades, incertidumbres y arbitrariedades. En este sentido, Martin Fraguio, director ejecutivo de Maizar, no se cansa de traer a cuento lo que hicieron los chilenos para ganar competitividad a partir de definir una agenda estratégica. En julio de 1992, Sergio Molina, entonces ministro de Planificación y Cooperación del gobierno chileno, convocó a los grandes actores de cada sector para definir que se estaba haciendo y que se debería hacer en el futuro. El profesor Arnoldo Hax se encargó el proceso de consultas y planificación estratégica. Los resultados que obtuvieron están a la vista. ¿No será la hora de comenzar el saludable ejercicio de poner en contraste que somos y que queremos ser?

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