jueves, 7 de abril de 2016
UN MALBEC CON K
Hoy, nadie puede discutir el reinado del Malbec, la cepa estrella de la Argentina.
Actualmente, cerca del 50% de las exportaciones de vino embotellado corresponden a esta variedad.
Además, de los 222 millones de litros de vino con denominación varietal despachados al mercado interno en 2015, el Malbec fue responsable de movilizar 85 millones de litros.
En este contexto, Wines of Argentina, el organismo encargado de la promoción del vino argentino en los mercados internacionales, instauró el 17 de abril como el Día Mundial del Malbec.
Desde la entidad destacan que “el origen del Malbec se encuentra en el sudoeste de Francia. Allí se cultivaba este cepaje con el que se elaboraban vinos denominados ´de Cahors´ por el nombre de la región, reconocidos desde los tiempos del Imperio Romano. Estos vinos se consolidaron en la Edad Media y terminaron de fortalecerse en la modernidad”.
Cuentan además que “hacia fines del siglo XIX, la plaga de filoxera destruyó la viticultura francesa, por lo que el ´Cot´ -como se conoce en Francia al Malbec- cayó en el olvido”.
Sin embargo, desde Wines of Argentina destacan que sobre esa base se desplegó, un tiempo después, el Malbec argentino.
“Esta cepa llegó en 1853 a nuestro país de la mano del francés Michel Aimé Pouget, un agrónomo contratado por Domingo Faustino Sarmiento para llevar adelante la dirección de la Quinta Agronómica de Mendoza”.
En cuanto al por qué de la fecha elegida para celebrar el día mundial de esta cepa, detallaron que el 17 de abril de 1853 fue cuando se presentó un proyecto ante la Legislatura Provincial, con vistas a fundar una Quinta Normal y una Escuela de Agricultura.
¿Malbec con “k”?
Lo llamativo del despliegue de esta cepa en la Argentina es que, durante varias décadas, numerosas bodegas nacionales no la llamaban Malbec sino Malbeck, con una llamativa “k” al final.
De hecho, todavía es posible encontrar en las cavas de bodegas de Mendoza -principalmente en aquellas que fueron pioneras en la denominación varietal de sus vinos-, algunas botellas de antiguas añadas con el nombre de Malbeck. Incluso, hay algunas que también utilizaron la palabra “Malbek“, es decir, sin la letra “c”.
Sin ir más lejos, en su pintoresca sala de estiba en San Rafael, Bodega Goyenechea posee botellas cosechas de los años ´70 de “Malbec con k”.
En este contexto, Vinos & Bodegas dialogó con el prestigioso enólogo Angel Mendoza, de Estancia Mendoza, quien remarcó que, a lo largo de su historia en la Argentina, el Malbec no gozaba del glamour que hoy identifica a esta cepa.
“Hace décadas, incluso antes de que se descubriera que teníamos Malbec en el país, se le decía ´uva francesa´, para diferenciarla de la uva criolla. No era más que una mezcla de variedades como Merlot, Cabernet Sauvignon, Tannat e incluso Semillón”, explicó el experto.
Mendoza destacó además que el Malbec “es una de las uvas del mundo que más sinónimos tiene. Se estima que recibe más de 400 nombres alrededor del mundo. Y uno de los nombres que recibió fue, justamente, Malbeck”.
Según el enólogo, “ese era el apellido de un viticultor húngaro que difundió esta cepa en Francia. A partir de allí, se la empezó a identificar como ´la uva del señor Malbeck´ y, de todas los sinónimos, ese fue el nombre que terminó llegando a la Argentina”.
Mendoza recuerda incluso que “en los libros de enología que había en el país de principios del siglo XX, siempre se hacía referencia al Malbec pero con una ´k´al final. No sólo eso: hasta hace algunas décadas, en el Instituto Nacional de Vitivinicultura estaba registrada de esa manera”.
Según el experto, muchas bodegas, incluso hasta mediados de la década del ´80 continuaron denominando así a la que se convertiría en la cepa estrella de la Argentina.
¿Qué pasó que la cepa terminó perdiendo la letra “k” en el camino? Mendoza tiene una teoría al respecto: cuando la Argentina empezó a abrirse al mundo y a exportar, se trató de ir simplificando la comunicación del vino en el exterior. Y así se habría difundido la costumbre de suprimir la “k” al final.
Luego, según Mendoza, el INV terminó adoptando esa denominación con la que hoy todos los consumidores la conocen.
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