miércoles, 13 de mayo de 2015

CACERIA POR LA TIERRA.



En los últimos años la preocupación por la propiedad de la tierra agraria ha vuelto a lugares destacados de muchas agendas. Desde luego, las de las organizaciones campesinas de los países empobrecidos del Sur, donde el fenómeno de adquisición (a veces compras, a veces alquileres muy largos y a veces por la fuerza) de las mejores tierras fértiles por parte de capitales extranjeros (empresas agro alimentarias, bancos de inversión o también a fondos públicos de países como Japón, China, Emiratos Árabes o Corea del Sur) es tan acelerado como grave en sus consecuencias. La más evidente es también la más sangrante: las gentes locales pierden la capacidad de vivir de sus propias cosechas.
Está también presente en las agendas de organismos multinacionales como el Banco Mundial o la FAO, que si bien también se detienen a observar el proceso de progresivo acaparamiento de buenas tierras campesinas, en lugar de considerar cómo poner freno a este expolio, lo están respaldando con programas encaminados a validar algunas de estas operaciones, con el argumento de que ‘pueden existir buenos acaparamientos’.

Y, por último, varias instituciones gubernamentales y no gubernamentales están analizando qué sucede con la tierra agraria de los países europeos, pues, como veremos, la codicia por el control de la misma está relacionada con conflictos muy severos. Si recogemos la síntesis de los estudios de la Fundación GRAIN y el Transnational Institute advertimos que, como en prácticamente todo el mundo, también en Europa, en las últimas décadas, se está acelerando el proceso de concentración de tierras a manos de élites agrarias que anhelan los beneficios de la tierra entendida como simple mercancía. Y es que quien controla la tierra fértil, cual anillo mágico, tiene acceso a lucrarse con la producción de alimentos pero también con la de agrocombustibles o especulando con un bien finito que, como el petróleo, está mermando. Esta tendencia está teniendo lugar tanto en la locomotora alemana (en el año 1967 existían un total de 1.246.000 fincas agrarias y ahora apenas se cuenta con  299.000 fincas); como por ejemplo, en Catalunya.

Según los datos que ofrece Carles Soler de la revista Soberanía Alimentaria, vemos que de las 127.000 fincas agrarias que exist¿Es temerario argumentar que las guerras del siglo XXI tienen que ver con cacerías por la tierra agraria? A mi parecer no, si tenemos en cuenta un último dato: para muchos analistas Ucrania no es solo ya el tercer exportador mundial de algodón y el quinto de trigo, si no que la calidad y extensión de su tierra permite adelantar que en pocos años podría convertirse en el segundo exportador mundial de granos, solo por detrás de los EEUU. ¿No es esto un motivo para desear su control?

Ecoportal.net




No hay comentarios:

Publicar un comentario